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JOSÉ LUIS DOMÍNGUEZ

JOSÉ LUIS DOMÍNGUEZ

Nunca debemos olvidar que las orquestas solo pueden funcionar gracias al enorme trabajo colectivo de músicos, copistas y directores. Es por esto que el sábado recién pasado, la Orquesta Sinfónica de Chile nos demostró que cada uno de los intérpretes que componen su formación, poseen un valor incuantificable que crece con el pasar del tiempo.

Despidiendo lo que sería el último concierto de uno de sus contrabajistas con una hermosa y sencilla ceremonia antes de la obertura, el concierto tuvo una primera parte enfocada en la ópera, comenzando con ‘Ifigenia en Áulide‘, la que logró gran popularidad en París durante el año 1774. Compuesta por Gluck y con libreto del dramaturgo francés Le Bland du Roullet, el destacado director Juan Pablo Izquierdo interpretó con la orquesta la versión escrita por Richard Wagner, repleta de sonoridades y pasajes magníficos y rupturistas.

ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL DE CHILE

ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL DE CHILE

Sin embargo, el punto de mayor energía vendría después, con “Tres fragmentos de Wozzeck“, con aproximadamente 20 minutos de locura y disonancia. La obra incluye partes de soprano, a cargo de Claudia Pereira, integrante de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile. Sus intervenciones hicieron explotar los medidores de intensidad, escalando la obra a otro nivel. La selección de estos tres movimientos podrían calificarse como una larga caminata por un bosque oscuro, del que inevitablemente si vas en línea recta, vas a salir… pero lo que pase durante el camino es de lo más desconocido.

Faltaba el plato principal, el cual se hizo esperar 15 minutos de intermedio para aterrizar con todo. La cuarta sinfonía de Mahler es la más ligera de todas sus sinfonías anteriores. Es una de sus obras más líricas, escrita en un lenguaje neoclásico, fácil de leer y difícil de entender. Escuchar esta obra es lo más parecido a emprender una ruta en subida, donde tu recompensa está al final… pero para llegar a ella debes sortear un largo camino de paisajes de lo más extraños y memorables.

ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL DE CHILE

ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL DE CHILE

Analizar armonías y motivos no te será útil para disfrutar esta obra, que durante sus cuatro movimientos, te engaña con gesticulaciones, pizzicatos y tonalidades ambiguas. Todo toma verdadero sentido en el último movimiento, que te deja con una sensación de bienestar. El adagio nos presenta un estado de transición; a la tristeza se une la alegría de conseguir un estado superior, todo expresado de manera muy gráfica. La obra concluye con la representación de los placeres celestiales, como expresa la canción que forma el último movimiento.

Después de 50 minutos, una merecida ovación para cada uno de los músicos en escena. Es importante comprender que montar obras de estas características no es precisamente algo sencillo, que lleva cientos de horas de trabajo y que cada uno de los artistas debe dar lo mejor de sí para funcionar como unidad. Porque precisamente de eso se trata una orquesta… y tenemos la fortuna de poseer una de las mejores del mundo justo aquí, en Chile.

Por Sebastián Pinilla Dinamarca
Fotos: Patricio Melo (CEAC)